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La magistrada Natalia Velilla (Madrid, 1973) vino el jueves a La Rioja para hablar sobre la crisis de la autoridad y se pudo comprobar cómo ... ese asunto es hoy un problema creciente que atraviesa todas las esferas de la sociedad. El carácter general de esta crisis, su presencia transversal, hizo que la intervención de Velilla se quedara corta porque las derivadas del problema ofrecían posibilidades para coloquios interesantísimos. Así que los que fuimos a Ibercaja de la mano de Bitácora XXI nos quedamos con ganas de más, una insatisfacción relativa porque –si se piensa bien– ese suele ser el mejor síntoma de esta clase de formatos.
¿De dónde nace este descrédito? ¿Qué ha hecho que los ciudadanos hayan perdido el respeto a la autoridad? Esa es la gran pregunta y la que yo me formulo cada vez que damos voz, por ejemplo, a los vigilantes de seguridad del Hospital San Pedro; nos lo dijeron de nuevo hace unas semanas: «Los golpes, los mordiscos y los arañazos son el día a día». También los profesores señalan constantemente el deterioro en la convivencia escolar que ha hecho que los conflictos hayan aumentado ahí en un 50% durante el último año. Yo escuchaba a Natalia realizar su exposición, pensaba en esas noticias y veía entre el público a alumnos de magisterio, los maestros del futuro que habían ido hasta allí y ocupaban un par de filas delante y otra un poco más al fondo. Los chavales destacaban entre un público de más edad, y escuchaban a Natalia concentradísimos, mirándola con esos ojos gigantes en los que se reflejaba el brillo de una curiosidad voraz, rutilante, casi infantil todavía.
Junto al problema social que aflora por todas partes hay una crisis política que es aun más preocupante, porque esta metástasis hace al ciudadano desconfiar del poder, cuestionar las estructuras tradicionales y termina por arrojar al votante en brazos del populismo de donde salen líderes peligrosos, autoritarios, tramposos y manipuladores. «Creo que escribí el libro antes de tiempo» me dijo la jueza; en 2023 publicó 'La crisis de la autoridad' y vistos los titulares de la semana –la presencia borrascosa de Trump sacudiendo como una tormenta el viejo tablado del mundo– hay que darle la razón. Mire uno a donde mire encuentra ejemplos perfectos, también en esta España nuestra en la que no se ponía el sol se proyectan hoy las sombras de una amenaza a la propia democracia. A ese riesgo se refirió también la jueza Velilla, porque para que haya democracia debe cumplirse la ley, y para que la ley se cumpla debe haber quien la interprete con imparcialidad. Es la última trinchera que nos queda y hay enemigos a las puertas encarnando un peculiar tipo de vértigo intelectual: los que cuestionan la autoridad judicial y debilitan la democracia en nombre de la voluntad popular, los que atacan a los jueces en nombre de la justicia.
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