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Cuando se cumplen diez años desde que La Quimera abriera sus puertas por primera vez, el establecimiento logroñés (calle Marqués de Vallejo 7) ha rediseñado su oferta gastronómica para reforzar su potencial a la hora del vermú. Este local con aire de histórica taberna, conserva la esencia de aquellos establecimientos añejos en los que (en las mesas y sillas de madera) el vino o –en menor medida– la cerveza se acompañaba con una pequeña muestra de alguna de las elaboraciones más tradicionales.
Para seguir perdurando en el tiempo, cuando las circunstancias han hecho que los desayunos pierdan fuerza, La Quimera no quiere quedarse atrás y los hermanos Conrado y Coro Martínez Pérez –ahora con el apoyo de Álvaro Saranova– han apostado por hacerse fuertes a la hora del vermú y proponer, una más variada aún, oferta gastronómica apostando por la calidad pero sin mirar demasiado lejos. El producto de temporada y de proximidad es el que manda en las elaboraciones que se exhiben en la barra o salen de la cocina de La Quimera, donde a la vez que se alimenta el estómago se puede alimentar también el alma y el espíritu disfrutando de alguna de las exposiciones de pintura o fotografía que suelen ilustrar sus paredes.
Entre las raciones o los pinchos que se sirven –ahora han desaparecido algunos bocadillos y hamburguesas– se encuentran el guacamole, el bocata de cochinillo, los pimientos asados... y los más típicos en las horas previas a la comida: calamares, verduras en tempura, laterío, gambas a la gabardina... No obstante, no sería La Quimera si no se mantuvieran en su oferta las carrilleras o las orejas. Ambas constituyen parte de la identidad de este bar logroñés, prácticamente desde su creación hace ya una década. No obstante, los veganos también disponen de una amplia oferta para disfrutar de este bar sin renunciar a sus principios.
Todo ello se puede acompañar por diferentes tipos de vermuth; con vino –que irá cambiando en el tiempo para que los 'habituales' puedan ir probando diferentes referencias– y que se venderá por copas o botellas; o incluso por cerveza que, cuando la ocasión lo requiera, se podrá tomar en una jarra de barro helada.
En el proceso de reinvención que La Quimera afronta ahora, también modifica sus horarios. Por la mañana, levanta la verja a las 9.00 horas para que los que quieran desayunar puedan hacerlo en la barra, en las mesas o incluso, si se sienten más seguros, en la terraza que permanece montada desde primera hora.
Hasta prácticamente las 16.00 horas, Conrado y Álvaro despachan desde detrás de la barra desayunos, almuerzos, vermús e incluso el plato del día que Coro ha dejado ya previsto.
Tras un breve paréntesis, abren de nuevo a las 19.00 horas para que haya una nueva oportunidad de acceder a una barra bien nutrida y una vinoteca bien completa.
En torno a la media noche, o un poco antes –depende del momento y las circunstancias– La Quimera apaga sus luces. Así de lunes a sábado (durante el fin de semana sí que se suelen acercar más a la media noche) mientras los domingos, abren a las 11.00 horas y cierran en torno a las 16.00 horas cuando los más tardíos abandonan ya el vermú camino de la mesa y mantel.
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