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El valle del Iregua supone un vergel natural, con frecuencia desconocido, en el que las frutas y hortalizas siempre han desplazado a las vides. Sin ... embargo, en medio de un territorio poco propicio al vino, emerge en Albelda una piedra preciosa de la que sólo unos pocos tienen constancia, pero que quiere darse a conocer y por eso, recibe con los brazos abiertos en un singular edificio con atractivos salones interiores y una acogedora terraza a cielo abierto donde disfrutar de su bar de vinos.
Inadvertida, pausada y silenciosa, la bodega Vinícola Real constituye en sí misma una joya. Buena parte de sus paredes están tapadas por la obra en gran formato del colorista pintor Luis Burgos. Unos cuadros son propiedad de la bodega; otros pertenecen a exposiciones temporales del artista pero siempre hay un buen número de sus creaciones colgadas en los muros.
Vista Bodega y Degustación: Recorrido guiado por la bodega, cata de Blanco Urbión Cuvée y Tinto Crianza Urbión, y un aperitivo. Precio: 18 €. De martes a jueves, 11.30 y 18.00 h; Viernes 11.30 h, ; Sábados 12.30 y 18.00 h; y Domingos, 11.00 h.
Visita 200 Monges: Visita guiada a la bodega, y cata de tres vinos (Blanco Cueva del Monge, Tinto Cueva del Monge y Reserva 200 Monges, con aperitivo. Precio 25 €. De martes a jueves, 11.30 y 18.00 h; Viernes 11.30 h, ; Sábados 12.30 y 18.00 h; y Domingos, 11.00 h.. Duración: 90 minutos + cata
Visita Vino y Arte: Vista a los calados de la bodega, el hotel y galería Luis Burgos. Incluye cata de vinos 'copa en mano': Blanco y Tinto Cueva del Monge. Precio 18 euros. Domingos 12.30 h. Duración: 1 hora.
Gastronomía: Se puede comer en la bodega (previa reserva anticipada) o disfrutar del barde vinos.
Además, en un lugar destacado de los calados mas silenciosos, reposa –como parando el tiempo desde una cueva– una reproducción facsímil del Códice Albeldense o Vigiliano, un volumen que salió del desaparecido monasterio de San Martín de Albelda en el año 924 y que es uno de los grandes legados que el tiempo entregó a La Rioja, aunque el Conde de Buendía se lo regalara al monarca Felipe II para que luciera en su biblioteca de San Lorenzo de El Escorial, donde todavía se encuentra la versión original.
En ese volumen, que recoge importantes normas del derecho canónico y civil, también se encuentra la primera referencia de números arábigos en en el mundo occidental, por lo que bien podría decirse que La Rioja recogió las primeras palabras en castellano y también la primera referencia de números arábigos de occidente.
Y es que en Vinícola Real, junto al olor a vino que se desprende de sus grandes tinos o sus barricas de madera, se respira pasión por el arte y la historia, y así lo reflejan las visitas guiadas a la bodega.
El mismo mimo con el que se cuidan la reproducciones del Códice Albeldense o el Gomesano (también, entre otros, presente en la bodega) se elabora el vino 200 Monges, la referencia más reconocida de la bodega. El mismo nombre de la gama premium de Vinícola Real entronca con la historia. Doscientos es el número de religiosos que recoge el acta fundacional del scriptorium de San Martín que habitaban el monasterio, ya desaparecido (pero que la Asociación de la Historia de Albelda no quiere dejar en el olvido), y que se reparten la autoría de cinco manuscritos que han pasado a la historia de la escritura, la ilustración y la miniatura.
200 Monges es un vino que no se descorcha hasta un mínimo de diez años después de su llegada a la bodega. Es un vino de larga guarda que, como los religiosos del scriptorium, desafían al tiempo para contar la esencia de la tierra.
200 Monges, y otras referencia como El Confesor o Cueva del Monge reposan en 7.500 barricas de madera de roble que se reparten por los 800 metros de calados arrebatados (en algunos casos manualmente, 'tirando' de pico y pala) a la montaña en el subsuelo albeldense. Actualmente, la bodega tiene capacidad para albergar cuatro millones de litros de vino, aunque buena parte de él, corresponde a 200 Monges, 'inmovilizado' durante 10 años en la instalación antes de salir al mercado.
Después de la barrica pasa a la botella y ésta no descansa en un cementerio de botellas sino en un archivo «porque aquí», explica Sara Arambarri (responsable de enoturismo de la bodega) «no hay nada muerto. El vino está vivo», como la historia y el legado que Vinícola Real alberga intramuros.
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