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Hay casos que se esclarecen relativamente fácil. Cámaras de seguridad, implicados que colaboran, testigos que hablan. Y luego hay otros en los que reina el silencio, como los enfrentamientos registrados en ciertas ubicaciones del distrito Norte. El más claro ejemplo es una investigación reciente de la Policía Nacional sobre dos clanes históricamente enfrentados. Denuncias cruzadas, amenazas, tiros al aire y, como detonante, disparos que impactan contra una persona. Una vez que ocurrió, nadie quiso hablar. Los protagonistas fueron herméticos o directamente están en paradero desconocido, y los ojos que presenciaron ese suceso prefieren permanecer cerrados.
El detonante que mencionábamos fue el tiroteo en la plaza Rey Badis del pasado 19 de marzo, con un herido de bala. Según ha podido saber este medio por fuentes conocedoras del caso, fueron numerosos los testigos que siguieron el suceso desde sus ventanas. Sin embargo, a la hora de la verdad casi nadie quería hablar con la Policía Nacional sobre lo ocurrido «por miedo». Es interesante recordar los dos elementos que diferenciaron este tiroteo. Por un lado, quedó registrado en varias grabaciones, claves para avanzar en las pesquisas. En este sentido, las redes sociales aportan información valiosa para avanzar en las investigaciones. Por otra parte, se hizo viral, generando una ola de indignación a nivel nacional por el uso de armas de fuego en plena calle.
Los implicados pertenecen a familias históricamente enfrentadas por el control de la droga en Almanjáyar y este no era el primer conflicto que protagonizaban. En apenas un mes, de febrero a marzo, se presentaron al menos cinco denuncias cruzadas entre ellos. Hubo acusaciones de chivatazos; intentos de robo de plantas de marihuana y de okupación de una vivienda; un tiroteo sin heridos; el destrozo de vehículos. Varios ingredientes introducidos en una olla exprés que explotó el pasado 19 de marzo, con el tiroteo en la plaza Rey Badis en la que sí hubo un herido.
En todas estas tensiones destaca un elemento: el uso de armas de fuego. Alrededor de la marihuana hay auténticas organizaciones criminales que se buscan la vida para adquirirlas en el mercado negro. Es común que, en las redadas de Guardia Civil y Policía Nacional, se intervenga este tipo de material.
Además, su adquisición está directamente relacionada con un aumento de la inseguridad. Nunca se sabe cuando pueden hacer uso de ella. En ocasiones las utilizan únicamente para amedrentar a sus rivales; generalmente los disparos son al aire. Otras veces apuntan directamente a sus enemigos, pero la mayoría de veces no les dan, o si lo hacen los hieren levemente. Les interesa marcar territorio, pero no que estalle una guerra sin posibilidad de tregua. El claro ejemplo es el tiroteo de Rey Badis. Según comentaron testigos, alguien dijo tras finalizar el tiroteo: «Le hemos dado sin querer».
Asimismo, los investigadores conocen bien la estructura de estas organizaciones criminales, según indican las mismas fuentes. En ellas hay un líder absoluto, que suele ser el patriarca o matriarca. Esta persona es la que toma las decisiones sobre el cultivo y tráfico de drogas, dónde guardar la marihuana, cómo blanquear el dinero, cómo controlar a los rivales o de qué forma llevar a cabo un vuelco de marihuana -robo-. A su alrededor, numerosos familiares le prestan apoyo. No solo los más directos, como los hijos o los hermanos, sino también sobrinos, primos o cuñados. Cada uno tiene una función que cumplir. No se deja nada al azar. Y, aunque les cuesta confiar, suele haber terceras personas alrededor que facilitan ciertas tareas y, si les fallan, lo pagan.
En el caso de estas dos familias, la investigación se mantiene abierta y no se descartan más detenciones, aunque es cierto que la Policía Nacional dio un paso firme el pasado 1 de abril, con un operativo que acabó con cinco arrestos en varias ubicaciones del distrito Norte de Granada. Tres de ellos estuvieron implicados, supuestamente, en los episodios de amenazas, agresiones y tiroteos acaecidos desde el pasado mes de febrero. Todos quedaron en libertad, pero investigados por los presuntos delitos de narcotráfico, posesión de armas y riña tumultuaria, según la información facilitada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.
Durante los registros, efectuados en distintas viviendas del distrito Norte, la Policía Nacional requisó una defensa eléctrica, dos machetes, dos navajas, cuatro armas de fuego cortas, y seis armas largas, así como tres chalecos balísticos y variada munición de distinto calibre. Además, se hallaron unas 800 plantas de marihuana, más de 2.000 euros en efectivo, documentación y dispositivos electrónicos. Asimismo, rescataron a dos chihuahuas encontrados durante los registros en aparente estado de abandono y desnutrición, de los que se hizo cargo la Policía Local de Granada.
Como suele ocurrir en estos casos, los vecinos se agrupaban a lo lejos para observar la escena. También dentro de las viviendas, a través de las rejas y persianas, los ojos se fijaban en cada paso que daba la Policía Nacional. A las 10.10 horas sonaba de fondo, desde algún balcón, 'Volando voy, volando vengo, por el camino yo me entretengo'. A las 11.00 horas, los agentes bajaron los primeros sacos con plantas de marihuana cortadas en su interior en uno de los registros. De la fachada del bloque aún colgaba un Papá Noel de una ventana. A las 11.13 horas sacaron a dos detenidos esposados. Varias mujeres lloraban. Otras las consolaban diciéndoles que «en nada estarían en libertad de nuevo». No se equivocaban, aunque ya saben que, para la Policía Nacional, están en el ojo del huracán.
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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