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Después de un domingo repleto de actividad, con el encuentro con JD Vance y su aparición en la plaza de San Pedro del Vaticano, Francisco ... se despertó ese lunes a las seis de la mañana. En principio, según fuentes cercanas al Papa, se encontraba todo lo bien que su enfermedad le permitía. Sin embargo, una hora más tarde, en torno a las siete de la mañana, se empezó a encontrar mal. Treinta minutos después, a las 7.35 horas, se certificó su fallecimiento producto de un ictus que acabó con una persona debilitada por la enfermedad.
Pero nunca se rindió. 24 horas antes de su fallecimiento, recibió el domingo de Resurrección, al vicepresidente estadounidense, JD Vance. Ocurrió a las 11:30. Entonces Jorge María Bergoglio, este lunes fallecido, estuvo con la mano derecha de Donald Trump en un encuentro privado de unos pocos minutos que tuvo lugar en la Casa Santa Marta, la residencia vaticana donde ha vivido el Pontífice y donde aprovecharon para intercambiarse las felicitaciones pascuales. La breve cita se produjo mientras en la plaza de San Pedro del Vaticano se celebraba la misa del Domingo de Resurrección, presidida por el cardenal Angelo Comastri, delegado del Papa, que debido a sus problemas de salud no ofició las liturgias de esta Semana Santa. La imagen vista junto al mandatario norteamericano no hacía presagiar el fatal desenlace de este lunes.
Unas 35.000 personas participaron en la ceremonia del Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro y esperaron luego a que Francisco, de 88 años de edad, apareciera en silla de ruedas en el balcón central de la basílica vaticana para la tradicional bendición 'Urbi et Orbi', con la que se concede la indulgencia plenaria (perdón de los pecados) a quienes la escuchan. «Queridos hermanos y hermanas, ¡buena Pascua!», dijo Jorge Mario Bergoglio, que debido a sus problemas respiratorios pidió que leyera su mensaje pascual, en el que fue desgranando las mayores crisis que afronta hoy el mundo, al maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, monseñor Diego Ravelli. A continuación impartió su bendición 'Urbi et Orbi' (a la ciudad y al mundo) con ciertas dificultades en la voz, aunque sin llevar ya las cánulas nasales para ayudarle en la respiración que ha mostrado en otras ocasiones en las últimas semanas.
Para Francisco este Domingo de Resurrección, la fiesta litúrgica más importante del año para los católicos, fue probablemente el más difícil de sus 12 años de pontificado y una despedida de los fieles que le han seguido durante todo este tiempo. El Pontífice argentino se encontraba todavía convaleciente debido a los 38 días que se pasó ingresado en el hospital Gemelli de Roma debido a una bronquitis que luego se complicó en una neumonía bilateral. Cuando fue dado de alta hace justo cuatro semanas, los médicos advirtieron que tendría que pasarse «al menos dos meses» haciendo reposo. Quedaba la incógnita de cómo iba a evolucionar y, en este sentido, resultaban evidentes las caras de preocupación de algunos de los sacerdotes presentes en la plaza de San Pedro al escuchar las dificultades en la voz que tenía Francisco a la hora de impartir la bendición. Y este lunes se ha producido el trágico final.
En su mensaje pascual, leído por monseñor Ravelli, Bergoglio advirtió primero que «el mal no ha desaparecido de nuestra historia» para acordarse de los que sufren «el dolor y la angustia» e invitó a esperar que «la paz es posible». Aplaudió que este año la Pascua se celebre el mismo día para los católicos y ortodoxos y se mostró a continuación «cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino». Dijo luego que resulta «preocupante el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo» y también se acordó de Gaza, donde el «terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria».
Tras hacer un nuevo apelo para que haya un alto el fuego entre Israel y Palestina, pidió oraciones por Líbano y Siria, denunció la persecución a los cristianos en Oriente Medio y tuvo palabras para Yemen, la «martirizada» Ucrania, Myanmar, la República Democrática del Congo y otros lugares en conflicto. También incluyó Francisco en su mensaje pascual un llamamiento a los políticos para que no se dejen arrastrar por «la lógica del miedo que aísla», invitándoles en cambio a usar los recursos «para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo». Estas son, a su juicio, «las 'armas' de la paz que construyen el futuro en lugar de sembrar muerte».
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