Se acerca el final del invierno y los primeros lloros ya se han producido en los viñedos a la espera de las primeras brotaciones, ralentizadas ... estos días por el frío, algo que los técnicos consideran positivo:«Lo vemos en los almendros cada temporada, que cada vez entran en flor antes, y tenemos que acostumbrarnos, porque la realidad es que diciembre, por ejemplo, fue un mes cálido y seco», explica Juan Antonio Blanco, ingeniero agrónomo, asesor vitícola y bodeguero (Sínodo).
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El trabajo de poda, uno de los más importantes, si no el que más, del año agrícola está muy avanzado a la espera de un nuevo ciclo:«La poda es un buen momento para reflexionar sobre lo que hemos hecho y lo que vamos a hacer de cara a la campaña que entra y, en general, lo que sí estamos viendo es que los viticultores están cada vez más concienciados para hacer las cosas bien, cortes no demasiado profundos, esperar si llueve a otros días para ir al campo, sellar las heridas..., porque hemos tenido, y tenemos, problemas serios con las enfermedades de madera».
Respecto a la situación general del viñedo, Juan Antonio Blanco la califica de «equilibrada», pero «tampoco es que le sobre vigor». «Tenemos quizá la sensación –continúa– de que ha llovido mucho, y es que cayeron cantidades enormes de agua en septiembre y en octubre del año pasado, lo que complicó muchísimo la vendimia, pero tampoco luego podemos hablar de un año húmedo a partir de entonces y venimos de varias campañas encadenadas en que las viñas habían sufrido por la sequía como las de 2022 y 2023».
Juan Antonio Blanco
Viticultor
En este sentido, el viticultor apunta a que «la producción de tempranillo va muy ligada al vigor, por lo que hay factores que indican que tampoco tiene que ser exagerada, si bien es cierto que cuando la viña produce muy poco, como sucedió el año pasado, al siguiente suele ser generosa». «En cualquier caso –agrega–, eso lo empezaremos a ver a partir de la brotación y, por supuesto, con todo el ciclo y los riesgos naturales por delante».
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El año agrícola, que empieza en octubre y, de momento hasta final de febrero, acumula 205 litros por metro cuadrado en la estación de Agoncillo (Logroño), claramente por encima de los 142 de la media para un año normal. Es sí, todo el superávit se arrastra íntegramente desde octubre del año pasado (cayeron 94 litros frente a una media de 27) e incluso en meses como noviembre, enero o febrero ha llovido menos que la media en Agoncillo.
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