No resulta sencillo alcanzar las viñas que Roda trabaja en el límite noreste de la DOCa y de la región. A la sombra de Peña Luenga, debajo de Cellorigo, se resume el trabajo de I+D+i que la bodega realiza desde finales del siglo pasado. Tras dejar a un lado los desvíos hacia Sajazarra, primero, y hacia Castilseco y Galbárruli después, el curtido Land Rover que conduce Lidia Martínez, la corresponsable de campo de la bodega de Haro, serpentea un camino escarpado y descarnado entre rastrojos y campos de girasol. Al sortear una última revuelta, sorprende al visitante una inmensa paleta de granates y tostados, con alguna rémora de ocres y amarillos que verdean aún en algún caso pese a que el calendario avanza sobre el último tercio de octubre.
Se trata del tesoro con forma de viña, cultivada en línea clave, donde Roda guarda el secreto del pasado del mejor Rioja para garantizarse el mejor Roda del futuro. Una viña donde la 'familia Roda 107' expresa el poderío y la enorme diversidad de los doce clones que la conforman, «que se complementan y se compensan» para garantizar vinos del que denominan «perfil Roda».
La finca, el banco de la memoria clonal, es la reacción del departamento técnico de la bodega a la «pérdida de antiguos biotipos del clon tempranillo empleados en Rioja». Una pérdida derivada de los reinjertos masivos con material clonal similar en los años 90. Clones hiperproductivos con los que el viticultor buscaba una mayor producción y una mayor rentabilidad, a cambio de lo que la directora técnica de la bodegas, Esperanza Tomas, califica como «enorme erosión genética» y, en consecuencia, la pérdida de diversidad que hoy se constata en Rioja.
«Cada viñedo viejo que se arranca se lleva con él una valiosa información genética imposible de recuperar», reflexiona, porque de esa reflexión surgió su primer gran proyecto de I+D: «Selección y mantenimiento en campo de fenotipos». Roda trata de expresar ahí su voluntad de diferenciación con la utilización de viñedos viejos con una gran variabilidad genética «que veíamos en peligro si no actuábamos a tiempo».
Se trataba de recuperar una cantidad suficiente de morfotipos de Tempranillo «que asegurase para el futuro la continuidad de nuestro tipo de vinos y aportara un gran banco de germoplasma de nuestra variedad fundamental». En este proyecto, desarrollado entre 1998 y el 2000, se seleccionaron 550 biotipos diferentes de tempranillo en su hábitat natural, iniciándose así la creación de un banco de germoplasma al injertarlos sobre 12.000 barbados.
En año 2000, Roda se embarca en la creación de ese banco de germoplasma y trabaja de la mano de las universidades de La Rioja y de Salamanca para estudiar el perfil fenólico de las autóctonas tempranillo y graciano, así como el perfil del vino en sus distintas fases de elaboración.
Siguiendo un patrón aleatorio, técnicos de Roda recogen muestras de viñedos viejos, singulares, diferentes vides que les llamaron su atención por su aspecto visual o por su comportamiento. En el laboratorio se distinguen hasta 530 biotipos en una primera fase que, posteriormente, se resumen 40 «que entendemos representan la especificidad de La Rioja Alta, desde Logroño hasta Haro».
Roda (Haro)
Dirección: Avda. de Vizcaya 5, Barrio de La Estación, Haro
Teléfono: 941 30 30 01
Web: https://roda.es/es
¿Y todo esto para qué?, es la pregunta que responden Esperanza Tomás, Lidia Martínez (adjunta a la dirección de campo y sostenibilidad), Javier Gil-Albarellos (producción) e Isidro Palacios Negueruela, el máximo responsable de todo esto. «Pensamos en el Roda del futuro, buscábamos vinos más complejos, con intensidad». En esa búsqueda y de todo el trabajo técnico surge la antes mencionada 'familia Roda 107', con una docena de clones diferentes que, de una u otra forma, tienen su espacio y protagonismo en las viñas de donde se alimenta la bodega. Y, aseguran, sin complejos, que se nota: «Todos los vinos que salen de esas viñas desde 2005, hacen raya», concluye Isidro Palacios. Se puede decir más alto.
Los doce clones de la 'familia Roda 107' –que también comercializan distintos viveros y ya prestan su aportación genética en viñedos de Rioja, del resto de España y en el extranjero– se distinguen sin demasiada dificultad en este mes de octubre que ya capota cuando el periodista y el fotógrafo visitan el terruño. El futuro es suyo.
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