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Juan Marín del Río
Logroño
Domingo, 13 de abril 2025
«Nos han robado la memoria». Los testimonios de aquellos mansillanos que vieron cómo el pueblo que les vio nacer quedaba sumergido bajo el agua no deben quedar en el olvido o en las páginas de un polvoriento archivo histórico. En el año 1960, el serrano municipio de Mansilla desaparecía bajo el pantano que el régimen franquista había construido en el valle que hasta entonces ocupaban decenas de familias acompañadas de su ganado.
Para que estas historias no caigan en saco roto, descubrir los detalles de lo que allí sucedió y documentar la construcción del pantano más grande de La Rioja, el investigador Benjamín Blanco y el antropólogo Luis Vicente Elías han realizado durante el último año y medio y de la mano del Instituto de Estudios Riojanos (IER) la investigación 'Para no olvidar. Memorias de Mansilla de la Sierra' que se presentará el próximo domingo en la Casa de Islas de la propia localidad.
«En ocasiones, una investigación lleva a otra. En 2023 llevamos a cabo un proyecto sobre la caza en la época de nuestros abuelos en el Alto Najerilla y hablando con gente de los pueblos de por allí, siempre terminábamos charlando sobre Mansilla y lo que supuso la pérdida del viejo pueblo. A raíz de esto nos dimos cuenta de que había artículos y reportajes, pero no un estudio completo con todo lo que supuso el proceso», explica Blanco.
La principal conclusión que extraen de la investigación es el sentimiento de pérdida. Pérdida no solo material, sino de los propios habitantes de Mansilla, sus tierras y de los recuerdos construidos en el viejo pueblo. Las historias de los mansillanos que vivieron la construcción del embalse demuestran la gravedad de los daños humanos que provocó. «Muchos presos políticos del régimen franquista trabajaron en la construcción del embalse. Además durante la obra hubo muchos accidentes, llegando a perder la vida tres trabajadores que venían de fuera de la región», lamenta Blanco.
El motivo de la construcción del embalse no fue el de dar trabajo a los lugareños ni el de mejorar su calidad de vida. La tradición trashumante de la comarca suponía la principal fuente de riqueza de sus habitantes y con la obra del mayor pantano de La Rioja se vio mermada. «El franquismo impulsó los embalses con criterios exclusivamente económicos: convertir en regadío millones de hectáreas para potenciar una agricultura de alta productividad y producir más energía y de menor coste», relatan los autores en la investigación que derivará en libro.
La crueldad de la represión franquista no solo se vio reflejada en la expropiación de una localidad en su totalidad, sino también en la forma de compensar los daños a los mansillanos. «Las indemnizaciones se pagaron en los años cincuenta pero con la valoración hecha en los años treinta. En ese periodo de tiempo la inflación era galopante, por eso todos los indemnizados salieron muy perjudicados», manifiesta Blanco.
Aunque según cuentan, «hubo quienes no abandonaron el pueblo hasta que el agua les llegaba hasta los tobillos», el Ayuntamiento de Mansilla hizo una encuesta entre los vecinos para conocer qué destino preferían. Entre las opciones a elegir: mudarse a un municipio de la comunidad, hacerlo a uno de los pueblos de colonización del Ministerio de la Vivienda del régimen, los denominados 'pueblos de Franco', o crear uno nuevo junto al expropiado –la opción escogida por la mayoría de los que quedaban allí–. Mansilla de la Sierra contaba con cerca de 400 habitantes en la década de los cuarenta, mientras que para los sesenta, cuando se terminó el embalse, apenas había cien personas por trasladar al 'nuevo' Mansilla.
A modo de compensación, el régimen franquista abrió una lista para que los vecinos que querían una nueva vivienda en Mansilla apuntasen sus datos. La idea inicial contemplaba la construcción de un centenar de casas, aunque finalmente se acabaron levantando solo 56 junto al pantano que ya cubría las ruinas de lo que habían sido sus hogares. De ellas, solo 27 fueron ocupadas por las familias. «Muchos de los edificios que sobraron terminaron en manos de vecinos de Madrid que las compraron como segunda vivienda, por eso todavía hoy hay muchas familias de veraneantes en la zona», cuenta el investigador a modo de curiosidad.
Del viejo Mansilla solo se puede ver la torre de la Iglesia, pero las historias de los cientos de vecinos que fueron trasladados permanece en el recuerdo. Por ello, Benjamín Blanco y Luis Vicente Elías han creado «una memoria para que quede un buena añoranza en quienes fueron abandonados en el pueblo de Mansilla de la Sierra», concluye Blanco.
Para los investigadores, uno de los mayores éxitos de la investigación es haber podido conocer y documentar «la cronología completa del pantano». Esta fuente de consulta demuestra que, ya en noviembre de 1927, Mansilla de la Sierra recibió la visita de varios ingenieros de la Confederación Hidrográfica del Ebro para estudiar la construcción de embalses en la cabecera del río Najerilla. «Algo que mucha gente no sabe es que el proyecto inicial estaba diseñado para hacerlo en Anguiano o en Ventrosa. Luego hubo otro que no sólo inundaba Mansilla de la Sierra, sino que también lo hacía con Villavelayo –un municipio contiguo–, aunque finalmente se decidió hacer el embalse en Mansilla», comenta Blanco. Se trataba de una obra pensada para ejecutarse en cuatro o cinco años como máximo, sin embargo se dilató más de tres décadas en el tiempo. «Nadie se puede imaginar lo que dan de sí esos 33 años para la vida familiar, para las relaciones entre los vecinos o para la gestión de las dificultades con la administración y con las autoridades», cuenta el investigador.
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