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De la Paca al quiosco digital
Los quiosqueros

De la Paca al quiosco digital

Los quioscos de prensa se han moldeado con los años, se han mimetizado con la nueva realidad y se han adaptado al renovado y a la vez añejo periodismo, al que se cocina con la misma materia prima de antaño: las buenas historias, nuestras historias, las de siempre

Carmen Nevot

Logroño

Domingo, 4 de febrero 2024, 08:33

Teodora fue la primera en apostarse en la calle con los ejemplares del recién nacido periódico LA RIOJA. Voceaba los titulares desde la madrugada porque era el gancho para atraer a cuantos más compradores mejor. Por cada ejemplar ganaba un céntimo. Eran los inicios de 1889 y la mujer vendía en los soportales de la calle Portales, junto a la calle Sagasta, a las puertas de la sastrería Larrea. Al principio iba sola, pero cuando apenas le quedaban unos meses de vida al siglo XIX, su hija, La Paca, con ocho años, siguió sus pasos. Francisca Alonso Ruiz daba continuidad a una saga familiar que siempre había estado ligada a los rotativos. Lo que no sabía entonces es que no lo dejaría hasta sesenta años después y que su nombre quedaría para siempre ligado a la esencia del diario que ahora tiene usted entre sus manos o que, para asombro de La Paca, lee usted desde su smartphone, su tablet o su Ipad. Francisca cogía la noticia y la cantaba, por eso, decía ella misma, la llamaban embustera porque tenía mucha gracia. Aquel gancho se ha convertido hoy en un 'push', en una 'newsletter' o un tuit puntero en redes sociales. Un reclamo que para La Paca de entonces hoy sería un invento del maligno.

Eran los primeros tiempos, antes incluso de que los quioscos de prensa, hoy en extinción, poblaran cada rincón de la entonces provincia de Logroño. La Paca se levantaba entre las cuatro y las cinco de la mañana e iba a la plaza Martínez Zaporta donde estaba ubicada entonces la sede del periódico, cogía varios ejemplares, se los ponía sobre la cabeza y hacía el recorrido por todo el casco viejo. Enfilaba la calle Mayor hacia el hospital, subía por avenida de Navarra y regresaba a su puesto de prensa en Portales. Pocas veces pasó frío. Tenía un brasero de cisco, el mejor apaño para los meses más gélidos, y al final de cada invierno sus piernas estaban llenas de 'cabrillas'.

La Paca, la vocera, llegó a vender en un día 1.500 ejemplares, un hito que pocas veces se repetiría años después y que, según reconoció en una entrevista en las mismas páginas de este diario cuando cumplió 90 años, le producía cierto hormigueo de orgullo porque ella era La Paca, La Paca con mayúsculas y nadie más era capaz de vender tanto en tan poco tiempo. «Me tenían envidia, porque somos muy envidiosos los pobres... También los ricos, pero los pobres son más», dijo ella misma.

Fue la pionera pero en torno a La Paca empezaron a instalarse los primeros quioscos de prensa. Fueron los puntos de venta precursores en todo el país. El más antiguo se instaló en Elche en 1908 y cerró 109 años después. Era 2017 y aunque conservaba la esencia de sus orígenes el creciente desarrollo de las nuevas tecnologías le habían relegado a un segundo plano, destino casi exclusivo de los amantes del papel, de la lectura sosegada las mañanas de los domingos y de la característica e inevitable sombra de tinta negra que se queda impregnada en la yema de los dedos al pasar las hojas.

El destino de los quioscos de La Rioja ha ido parejo al primero que se levantó en el municipio alicantino. Desde luego no han sido una excepción, aunque todavía conservan el encanto de antaño adaptado a los nuevos modelos de lectura y de venta, pero sobre todo a los nuevos tiempos en los que el periodismo, sometido a la dictadura del clic, es más necesario que nunca para limpiar de polvo y paja el bombardeo de informaciones y de 'fake news' que casi a cada segundo pueblan las redes sociales.

En La Rioja hubo varios e insignes quioscos, pero para sobrevivir han tenido que renovarse, algo así como mudar la piel y junto a los tabloides venden desde chicles hasta bonobuses. Y cada septiembre se llenan de los primeros números de los coleccionables en fascículos que, con motivo del inicio de curso y de los nuevos propósitos, colapsan los quioscos con sus grandes cartones. De todos los que emprenden la carrera por copar el mercado, pocos llegan hasta el número final.

Con el tiempo, muchos quioscos, afectados por el empuje de los digitales y de las redes sociales, han ido añadiendo productos a su catálogo para seguir siendo rentables. Han ampliado el modelo de negocio que en sus inicios se ceñía exclusivamente a la venta de periódicos. Diario LA RIOJA siempre estuvo ahí, en primera línea junto a otros de tirada nacional, incluido 'Mundo Obrero', el periódico comunista que La Paca se negaba a vender porque decía que no le gustaba pisar charcos. Evitaba la política como quien huye de la peste.

Como antaño también ahora los quioscos de prensa son los grandes aliados del periodismo y especialmente de esta cabecera, los medidores del interés por la actualidad y los termómetros por los que se supo que el papel, aquejado de la dolencia de las nuevas tecnologías, empezó a tener febrícula.

De la transformación de los diarios fue también testigo Rogelia Tobalina, fallecida en 2010, que durante años vendió periódicos detrás de su mostrador en avenida de la Paz. El quiosco de La Roge fue un negocio familiar que en octubre de 2023 bajó la persiana por última vez después de casi 60 años vendiendo prensa, primero la madre y luego sus hijas María Luisa y Ana María García Tobalina.

Entre La Roge y este diario se montó el primer quiosco de calle de Logroño. Vendía publicaciones de muy distinto signo, como 'El Sol', el 'Imparcial', 'Mundo Obrero' y las primeras revistas de destape. Había de todo, hasta el punto de que toda la familia fue objeto de amenazas desde los extremos contrarios. Anecdóticos también fueron los primeros años de distribución de las revistas de destape. Ana María rememora la discreción con la que llevaban el semanario a sus clientes del antiguo hospital San Millán. Tenía llave de los despachos y allí lo dejaba en una bolsita, recordaba en las páginas de este diario. En otra ocasión encontraron medio millón de pesetas que un hombre se había dejado olvidado en el quiosco. El dinero regresó a manos de su dueño.

El quiosco más antiguo de los que a día de hoy continúa abierto es el de la Glorieta. Juan José Padilla está al frente de uno de los puntos de venta más emblemático. Antes estuvo su padre. Enrique Oyaga, que regentaba el quiosco de Las Palmeras (en la bifurcación de Gonzalo de Berceo y Murrieta) ha sido uno de los más veteranos de La Rioja hasta su jubilación el año pasado, después de 47 años despachando prensa en el interior de los seis metros cuadrados de un establecimiento que empezó a administrar con su madre en 1975.

Optimista con el futuro del papel, Oyaga confesó a este diario que el olor a tinta formaba parte de su ADN. Nació oliendo a tinta y se jubiló inhalando el mismo aroma, pero también con una buena mochila de anécdotas que le gustaba compartir, como aquella vez que el antiguo líder de CC OO, Marcelino Camacho, participó en una manifestación en Logroño y al día siguiente acudió a su quiosco buscando los periódicos más de izquierdas. Acabaron vendiéndole 'El Alcazar' con el pretexto de que no había otro.

Hoy, aquellas epopeyas han pasado a un segundo plano. El periodismo ha sufrido una metamorfosis, su propia revolución. Vivimos en la era digital, la de las redes sociales, las 'newsletters', los mensajes cortos, la de la imagen, el vídeo, la de la inmediatez, la del ya, la de mañana es tarde... y el quiosco tradicional tiene su réplica virtual en kioskoymas.com, en larioja.com, en los perfiles del diario en Instagram, en 'X' –anteriormente Twitter– en WhatsApp. Al otro lado ya no están ni La Paca ni La Roge ni Juanjo ni Enrique, aunque las páginas de este periódico se siguen cocinando con la misma materia prima de entonces: las buenas historias, las nuestras, las de siempre.

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